
Suena el despertador a las 7:30
de la mañana, con pesadez me
despierto media hora después ,
suelo esperar a mi hermano a dos cuadras de mi casa para que me de un “Ride” al metro Chapultepec, a estas horas de la
mañana el tráfico esta insoportable, y no falta el despistado o aun con sueño
que suele tener un accidente, el morbo
de ver la desgracia de otros hace más
lento el transito, llegando a Chapultepec camino hacia ese vagón donde se han formado
leyendas y mitos sexuales del argot popular gay, o más conocido como “puti-vagón”
y sí, claramente entras al vagón y no
existe el pudor, ni la moral, solo los
deseos carnales de desconocidos, o conocidos después de las 9 de la noche. Voy al zócalo a la Academia de San Carlos y mi
camino siempre ha sido muy descontinuó, me podría bajar en pino suárez
trasbordar a cuatro caminos, bajar en zócalo y solo caminar unas cuadras para
llegar a la academia, pero me gusta caminar, deambular por las calles del
centro, tengo una habilidad enorme de
perderme entre ellas, soy distraído
jamás pongo atención a las cosas, pero lo que he aprendido estos años que todas las calles llevan al zócalo,
todas desembocan en ese núcleo caótico. La primera vez que llegue a la academia
andaba exactamente atrás de ella, en la calle de José Maria, caminando como
loco, mi timidez o mi dislexia no me permite preguntarle a alguien, entre
Emilio Zapata y Jose maria se encuentra una escultura de la Santa Muerte,
siempre la visten de colores chillantes, de satín brilloso del corriente, llena
de pulseras, ya no tienen aspecto de
imagen de devoción si no de perchero
viejo, ha de ser buena para los
milagros, me acerqué para pedirle que me
guiara a la chingada escuela, y si tarugamente estaba detrás de ella. Hoy decido bajarme en Isabela católica, y caminar por la misma calle, a esa hora de la mañana ya hay gente deambulando,
aun no abren los locales, todavía no se despierta el centro, la gente camina
como si aun anduvieran en sus sueños, a veces siento que transitan con los ojos
cerrados, como animales de pueblo que ya se saben su camino. El centro es frio
a esa hora, es silencioso la gente transita
del lado que da el sol como si fueran
girasoles buscando el calor, mas tarde es todo lo contrario, llego a Francisco
I. Madero ese gran corredor es como una gran
pasarela, todos caminan de extremo a extremo, presumiendo sus identidades, no
importa si eres hetero, gay, bisexual, pansenxual o todas las letras del
abecedario, ahí solo eres otro bulto más,
es el claro ejemplo que nuestra identidad
cultural, es un enorme collage de etnias.
Detrás de Palacio Nacional se
asuma el alba que se va quemando en ocres y carmines con unas estelas rosas
para que después ese azul taflo se asome
y limpie el cielo de las nubes, llegando
a la calle de Moneda el organillero toca las mañanitas, algún día si paso en mi
cumpleaños le daré una propina y en pasamiento le mentaré la madre por
recordarme que cada vez estoy mas viejo. La calle de Moneda se a convertido en
otro tianguis ambulante después de que Mancera los quitara a todos de
Corregidora, siempre he tenido esa
imagen desde niño, un mar de gente, una
selva de asfalto que el único temor que hay, es ver quien es mas animal
deambulando, pero a pesar que siempre ha
sido caótica, entre su mismo caos hay un orden, los ambulantes
escuchan los chiflidos agarran
sus costales y corren quien sabe a donde pero corren sin importar tirar a la
gente, es curioso como desafían a los policías, así sobreviven huyendo de
ellos. Llegando a la Academia siempre me da esa sensación como si tuviera un
cristal anti ruidos, entras y no
escuchas nada de lo que pasa allá fuera,
las calles como el mismo sitio están cargadas de historia que pesa,
antes fue un hospital psiquiátrico, y como en todos lados siempre hay sus
leyendas , la señora de limpieza me comento que un día en los baños le tocaron
la puerta, con una voz de asombro me
dice, -
¡pero joven no había nadie, estoy segura que no!, yo por eso antes de la
9:30 de la noche ya estoy saliendo de la escuela, no vaya hacer que me toquen,
vete tu a saber que.